FIESTA 2015





PREDICADOR DE LA NOVENA, PBRO. MARCOS BUVINIĆ M.



Síntesis de las Catequesis desarrolladas cada día de la Novena.
(Redactada por el mismo Predicador)

Día 1: Nuestra cultura marcada por la fe (Lc 2, 1 - 20)
           
·      Somos herederos de una tradición que se remonta al mismo Señor Jesús y que es transmitida por los textos del Evangelio, la cual llegó a Chile y tomó forma en torno a la figura de Jesús Nazareno, en Caguach.
·      Esta tradición es como el alma de la cultura chilota; es mucho más que unas costumbres, porque la fe significa una decisión personal de acoger esta tradición y vivirla.
·      El alma de la cultura chilota, que es la tradición de la devoción a Jesús Nazareno es algo que tenemos que
-       agradecer
-       cuidar y cultivar
-       transmitir.

Día 2: María y la mujer en la comunidad cristiana (Jn 19, 25 - 27)

·       La Virgen María testigo del amor fiel que permanece junto a la Cruz de Jesús Nazareno, permanece amando y confiando en el cumplimiento de las promesas que escuchó en la Anunciación
·      El fundamento de la actitud de María de permanecer junto a la Cruz es su condición de Madre (amor incondicional) y su fe en virtud de la cual es Madre: es la bienaventurada que permaneció creyendo que se cumpliría todo lo que el Señor le había dicho
·      El amor fiel que permanece es un amor valiente: siempre es más fácil correrse
·      En la Cruz, el Señor Jesús establece unas relaciones nuevas entre su Madre y los discípulos representados por el apóstol Juan: la Virgen María nos recibe a cada uno como sus hijos y nos ama con amor de Madre siempre fiel.

Día 3: Celebrando el “Día del Señor” (Lc 4, 16 - 21)

·      La fiesta es necesaria para vida y la fiesta nos hace mejores personas
(esto => saber celebrar)
·      Nuestro gran motivo de fiesta es el triunfo del Crucificado, que es vencedor de los dos grandes enemigos de la felicidad humana, de la felicidad que Dios quiere para todos sus hijos: el pecado que siempre produce tristeza y la muerte
·      Cada domingo celebramos -con gozo y gratitud- la presencia del Señor Jesús Resucitado. Esa es nuestra Eucaristía (“agradecimiento”), que es encuentro con el Señor y con los hermanos
·      Es el encuentro con el mismo Señor Resucitado que se hace presente para dar su vida por los hombres y mujeres, es como estar sentados a la mesa del Señor Jesús en la “última cena”.

Día 4: Evangelio de la solidaridad con los hermanos (Mt 25, 31 - 46)

·      El Señor Jesús Resucitado está presente de muchos modos en medio nuestro (en la conciencia de cada uno, en la Palabra de Dios, en los sacramentos, en la vida de la comunidad). En el Evangelio hoy nos indica una presencia muy especial: los pobres y todos los que sufren.
·      Es una presencia muy especial porque el Señor Jesús se identifica con todos ellos (“lo que hiciste a uno de ellos, a mí me los hiciste”, o no me lo hiciste). Los que sufren, los pequeños, los que sufren en este mundo son los representantes del Señor Jesús
·      De esta manera, el Señor Jesús reconoce a sus amigos por la solidaridad con los que sufren. La solidaridad es la marca de la verdadera devoción a Jesús Nazareno.
·      Solidaridad que significa saber ponerse en el lugar del otro y compartir (a Dios no se le dan las sobras), siguiendo los pasos del Señor Jesús que lo compartió y lo dio todo por cada uno de nosotros.

Día 5: La alegría de tener una familia (Mc 3, 31 - 35)

·      La gran mayoría de nosotros podría decir “¡qué sería de mí sin mi familia!”; la familia en la cual crecí y la familia que he formado. La familia es uno de los mayores regalos que Dios nos ha dado. ¡Gracias, Señor!
·      Tener el corazón lleno de gratitudes hace crecer el amor; por eso es tan necesario saber agradecer todo lo que hemos recibido en nuestras familias
·      En la familia hemos aprendido lo más importante de la vida: hemos aprendido a amar y ser amado, hemos aprendido a ser hombres y mujeres, hemos aprendido a respetar a los demás y a conversar, hemos aprendido el valor del trabajo y del sacrificio, hemos aprendido a pedir perdón y a perdonar, hemos aprendido a conocer al Señor Jesús y a conversar con Él en la oración. La familia es el “taller” de donde salen hombres y mujeres de verdad ¡Qué sería de mí sin familia!, ¡gracias, Señor!
·      El Evangelio nos anuncia que el Señor Jesús nos introduce en su propia familia: “quien hace la voluntad de mi Padre, ese es mi madre, mi hermano y mi hermana”
·      Formamos la familia de Dios que es la Iglesia y tenemos que aprender a vivir y a tratarnos como hermanos.

Día 6: El honor y la misión de ser bautizados  (Jn 3, 1 - 8)

·      Para hacer la voluntad del Padre y vivir como hijos suyos necesitamos recibir y tener el Espíritu de Dios (seguir a nuestro propio espíritu es la fuente de todo pecado)
·      El Señor Jesús le dice a Nicodemo que hay que renacer “de lo alto”, del agua y del Espíritu de Dios => en el bautismo renacemos “de lo alto”, somos hechos hijos de Dios (de creaturas de Dios a hijos de Dios) y recibimos el mismo Espíritu de Dios que llenó al Señor Jesús y animó toda la vida de la Virgen María
·      ¡Qué gran honor nos hace Dios en el bautismo! Nos hace sus hijos y nos da su Espíritu para que aprendamos a ser felices. “El nombre de ‘cristiano’ es el más hermoso nombre que ha sido pronunciado sobre ti” (San Agustín). Por eso el bautismo es el mayor y mejor regalo que los papás y mamás pueden hacer a sus hijos: sumergirlos en el Señor Jesús y enseñarles a vivir impregnados del Espíritu de Dios  
·      Bautizar = Sumergir. Somos sumergidos en la vida del Señor Jesús y en el Espíritu de Dios. Hay que estar impregnado (como una esponja) de esa Agua Viva y no sólo mojado por fuera en forma superficial (como una piedra de río). Toda nuestra vida cristiana es aprender a vivir impregnados del Espíritu de Dios.
·      Con el Espíritu de Dios formamos la familia de los hijos de Dios: la Iglesia. En la Iglesia nadie es visita, todos estamos en casa y nos sentimos responsables de ella y de la misión de transmitir a otros el amor de Dios (evangelizar).

Día 7: Santificando nuestros dolores (Jn 19, 16 - 42)

·      El dolor, la enfermedad y la muerte son realidades que acompañan nuestra vida. La muerte ha sido vencida por el Señor Jesús y con Él caminamos hacia la vida eterna, pero… ¡la enfermedad y el dolor nos acompañan!
·      Ante la enfermedad y el dolor hay personas que culpan a Dios: “¿por qué Dios me manda esto?”, o llegan a  pensar que Dios los está castigando. ¡Nada de eso!, pues la enfermedad pertenece a nuestra condición de creaturas limitadas. La enfermedad nunca es castigo; la ciencia médica (también limitada) explicará las razones en algunos casos y trabajará para sanarnos o aliviarnos
·      Toda situación humana es ocasión para encontrar al Señor Jesús, también la enfermedad: el Señor Jesús siempre estuvo y está cerca de los enfermos, y tiene experiencia -en carne propia-  del sufrimiento y el dolor (Pasión). Así, la enfermedad la vivimos con el Señor, en sus manos y en manos de la ciencia médica (limitada) 
·      ¿Qué hacer con la enfermedad y el dolor? Lo mismo que hace el Señor Jesús: ofrecerlo. Él lo ofreció por todos, lo llenó de amor -no es un dolor vacío o inútil-, lo llenó del Espíritu de Dios, lo santificó (lo hizo santo) haciéndolo una ocasión de encuentro con el amor de Dios, ¡lo mismo podemos hacer nosotros!
·      El Señor Jesús nos dejó el Sacramento de la Unción de los Enfermos: a través del signo del bálsamo del aceite nos comunica su Espíritu → nos perdona los pecados → nos fortalece en una fe viva para hacer su voluntad → nos renueva para unirnos a Él en su Pasión → nos fortalece en la esperanza de la vida eterna. Todo es para vivir la enfermedad con Él y como un camino de sanación interior y en bien de los demás (ofrecer).

Día 8: La esperanza cristiana y la vida en plenitud (Jn 14, 1 - 11. 22 - 29)

·      El Señor Jesús es “Señor de vivos y muertos”. Hoy recordamos a nuestros seres queridos difuntos. Unidos al Señor Jesús nos unimos a los que viven en Él en la gloria.
·      La muerte es algo complicado, nos llena de preguntas y de temores. Ante la muerte pareciera que el camino de la vida choca con una muralla. ¡Qué triste es si nuestra vida camina -simplemente- hacia una tumba que nos está esperando en el cementerio
·      El Señor Jesús viene a disipar todo temor y toda angustia (“no se inquiete el corazón de ustedes ni se acobarden”). Nosotros no seguimos a un muerto, por ilustre que sea, sino al Crucificado que es el Resucitado, al vencedor del pecado y de la muerte.
·      A menudo se dice “en la vida todo tiene remedio, menos la muerte”, ¡eso es mentira, no es una expresión cristiana! → la fe en el Señor Jesús es el anuncio de que la muerte ha sido vencida, no es algo que nos destruya o que nos separe de Dios. Habría que decir “en la vida todo tiene remedio, también la muerte”. Por eso, nuestra vida no camina hacia una tumba, sino que camina hacia Dios que no nos creó para la muerte, sino para Él. La muerte no es una muralla con la cual se estrella nuestra vida, sino que es la puerta de entrada al amor eterno en la Casa del Padre.
·      El Evangelio que hoy hemos leído tiene 5 promesas del Señor Jesús:
-     “en la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones” → nos promete una “casa grande” donde el Padre quiere acoger a todos sus hijos, hay espacio para todos, sin exclusiones
-     “Yo voy a prepararles un lugar” → es Él quien nos regala el cielo, no hay que “ganarlo”, sino que Él lo ofrece gratuitamente
-     “Yo los llevaré conmigo” → estaremos siempre con el Señor Jesús que no nos abandona nunca, menos aún en la muerte; el Señor Jesús es nuestro cielo
-     “les doy mi paz” → frente a la muerte nos invita a una esperanza serena y confiada en Él
-     “el Espíritu Santo los guiará” → no nos abandona, nos da su Vida; hay que dejarse conducir por Él. 
·      ¿Cómo vivir todo esto? → “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” → hacerse amigo de Él (Palabra, oración, sacramentos) y dejarse conducir por Él.

Día 9: Alegría y gratitud por el don de la fe (Lc 24, 13 - 35)

·      En el camino de la fe somos parte de una multitud que se reúne en torno al Señor Jesús para seguirlo e ir aprendiendo a vivir como sus discípulos
·      Ciertamente, quisiéramos sentir con fuerza la presencia y cercanía del Señor Jesús, tal como la hemos sentido en estos días de la Novena. Pero, sabemos que en medio de las situaciones de la vida, a veces nuestra fe es débil o -incluso- puede que nos alejemos del Señor Jesús, tal como les pasó a los discípulos de Emaús. El Evangelio que hoy hemos leído viene a mostrarnos el camino para avanzar con una fe viva que impregne todo, a lo largo de toda nuestra vida
·      El Evangelio nos muestra algunas verdades muy importantes en nuestra experiencia de fe:
-        el Señor Jesús siempre camina a nuestro lado, especialmente en las situaciones difíciles o de tristeza en nuestra vida; aunque no nos demos cuenta de su presencia, Él camina junto a nosotros
-        igual que a los discípulos de Emaús, el Señor espera que le contemos lo que nos pasa, lo que llevamos en el corazón, lo que sucede en nuestra vida; Él escucha atentamente
-        cuando llega el momento, el Señor Jesús nos dirige la palabra, nos habla a través de las Escrituras, de las personas o de los acontecimientos
-        igual que a los discípulos de Emaús, nos explica las Escrituras y nos muestra que el camino del Mesías sufriente es el camino de la gloria: la vida del Señor no termina en su Pasión, sino que en su triunfo como Resucitado. Nosotros veneramos su Pasión para aprender de Él y tener fuerza para llevar nuestros dolores con fortaleza y esperanza
-        el Señor Jesús se manifiesta en el signo de la “fracción del pan”, que renovamos cada vez que celebramos la Eucaristía: allí se le reconoce y el corazón se llena de gozo
-        igual que a los discípulos de Emaús, nos envía hacia la comunidad para compartir la alegría del encuentro con el Señor Jesús y vivir nuestro compromiso con la comunidad.
·       ¡Somos hombres y mujeres bienaventurados al seguir al Señor Jesús con una fe viva!, ¡gracias, Señor Jesús!