PREDICADOR
DE LA NOVENA, PBRO. MARCOS BUVINIĆ M.
Síntesis de las Catequesis desarrolladas cada día de la Novena.
(Redactada por el mismo Predicador)
Día 1: Nuestra cultura marcada por la fe
(Lc 2, 1 - 20)
· Somos
herederos de una tradición que se remonta al mismo Señor Jesús y que es
transmitida por los textos del Evangelio, la cual llegó a Chile y tomó forma en
torno a la figura de Jesús Nazareno, en Caguach.
· Esta
tradición es como el alma de la cultura chilota; es mucho más que unas
costumbres, porque la fe significa una decisión personal de acoger esta
tradición y vivirla.
· El alma de
la cultura chilota, que es la tradición de la devoción a Jesús Nazareno es algo
que tenemos que
-
agradecer
-
cuidar y cultivar
-
transmitir.
Día 2: María y la mujer en la comunidad
cristiana (Jn 19, 25 - 27)
· La Virgen María testigo del amor fiel que
permanece junto a la Cruz de Jesús Nazareno, permanece amando y confiando en el
cumplimiento de las promesas que escuchó en la Anunciación
· El
fundamento de la actitud de María de permanecer junto a la Cruz es su condición
de Madre (amor incondicional) y su fe en virtud de la cual es Madre: es la
bienaventurada que permaneció creyendo que se cumpliría todo lo que el Señor le
había dicho
· El amor
fiel que permanece es un amor valiente: siempre es más fácil correrse
· En la
Cruz, el Señor Jesús establece unas relaciones nuevas entre su Madre y los
discípulos representados por el apóstol Juan: la Virgen María nos recibe a cada
uno como sus hijos y nos ama con amor de Madre siempre fiel.
Día 3: Celebrando el “Día del Señor”
(Lc 4, 16 - 21)
· La fiesta
es necesaria para vida y la fiesta nos hace mejores personas
(esto => saber celebrar)
· Nuestro
gran motivo de fiesta es el triunfo del Crucificado, que es vencedor de los dos
grandes enemigos de la felicidad humana, de la felicidad que Dios quiere para
todos sus hijos: el pecado que siempre produce tristeza y la muerte
· Cada
domingo celebramos -con gozo y gratitud- la presencia del Señor Jesús
Resucitado. Esa es nuestra Eucaristía (“agradecimiento”), que es encuentro con
el Señor y con los hermanos
· Es el
encuentro con el mismo Señor Resucitado que se hace presente para dar su vida
por los hombres y mujeres, es como estar sentados a la mesa del Señor Jesús en
la “última cena”.
Día 4: Evangelio de la solidaridad con los
hermanos (Mt 25, 31 - 46)
· El Señor
Jesús Resucitado está presente de muchos modos en medio nuestro (en la
conciencia de cada uno, en la Palabra de Dios, en los sacramentos, en la vida
de la comunidad). En el Evangelio hoy nos indica una presencia muy especial:
los pobres y todos los que sufren.
· Es una
presencia muy especial porque el Señor Jesús se identifica con todos ellos (“lo
que hiciste a uno de ellos, a mí me los hiciste”, o no me lo hiciste). Los que
sufren, los pequeños, los que sufren en este mundo son los representantes del Señor
Jesús
· De esta
manera, el Señor Jesús reconoce a sus amigos por la solidaridad con los que
sufren. La solidaridad es la marca de la verdadera devoción a Jesús Nazareno.
· Solidaridad
que significa saber ponerse en el lugar del otro y compartir (a Dios no se le
dan las sobras), siguiendo los pasos del Señor Jesús que lo compartió y lo dio
todo por cada uno de nosotros.
Día 5: La alegría de tener una familia
(Mc 3, 31 - 35)
· La gran
mayoría de nosotros podría decir “¡qué sería de mí sin mi familia!”; la familia
en la cual crecí y la familia que he formado. La familia es uno de los mayores
regalos que Dios nos ha dado. ¡Gracias, Señor!
· Tener el
corazón lleno de gratitudes hace crecer el amor; por eso es tan necesario saber
agradecer todo lo que hemos recibido en nuestras familias
· En la
familia hemos aprendido lo más importante de la vida: hemos aprendido a amar y
ser amado, hemos aprendido a ser hombres y mujeres, hemos aprendido a respetar
a los demás y a conversar, hemos aprendido el valor del trabajo y del
sacrificio, hemos aprendido a pedir perdón y a perdonar, hemos aprendido a
conocer al Señor Jesús y a conversar con Él en la oración. La familia es el
“taller” de donde salen hombres y mujeres de verdad ¡Qué sería de mí sin
familia!, ¡gracias, Señor!
· El
Evangelio nos anuncia que el Señor Jesús nos introduce en su propia familia:
“quien hace la voluntad de mi Padre, ese es mi madre, mi hermano y mi hermana”
· Formamos
la familia de Dios que es la Iglesia y tenemos que aprender a vivir y a
tratarnos como hermanos.
Día 6: El honor y la misión de ser
bautizados (Jn 3, 1 - 8)
· Para hacer
la voluntad del Padre y vivir como hijos suyos necesitamos recibir y tener el
Espíritu de Dios (seguir a nuestro propio espíritu es la fuente de todo pecado)
· El Señor
Jesús le dice a Nicodemo que hay que renacer “de lo alto”, del agua y del
Espíritu de Dios => en el bautismo renacemos “de lo alto”, somos hechos
hijos de Dios (de creaturas de Dios a hijos de Dios) y recibimos el mismo
Espíritu de Dios que llenó al Señor Jesús y animó toda la vida de la Virgen
María
· ¡Qué gran
honor nos hace Dios en el bautismo! Nos hace sus hijos y nos da su Espíritu
para que aprendamos a ser felices. “El nombre de ‘cristiano’ es el más hermoso
nombre que ha sido pronunciado sobre ti” (San Agustín). Por eso el bautismo es
el mayor y mejor regalo que los papás y mamás pueden hacer a sus hijos:
sumergirlos en el Señor Jesús y enseñarles a vivir impregnados del Espíritu de
Dios
· Bautizar =
Sumergir. Somos sumergidos en la vida del Señor Jesús y en el Espíritu de Dios.
Hay que estar impregnado (como una esponja) de esa Agua Viva y no sólo mojado
por fuera en forma superficial (como una piedra de río). Toda nuestra vida
cristiana es aprender a vivir impregnados del Espíritu de Dios.
· Con el
Espíritu de Dios formamos la familia de los hijos de Dios: la Iglesia. En la
Iglesia nadie es visita, todos estamos en casa y nos sentimos responsables de
ella y de la misión de transmitir a otros el amor de Dios (evangelizar).
Día 7: Santificando nuestros dolores
(Jn 19, 16 - 42)
· El dolor,
la enfermedad y la muerte son realidades que acompañan nuestra vida. La muerte
ha sido vencida por el Señor Jesús y con Él caminamos hacia la vida eterna,
pero… ¡la enfermedad y el dolor nos acompañan!
· Ante la
enfermedad y el dolor hay personas que culpan a Dios: “¿por qué Dios me manda
esto?”, o llegan a pensar que Dios los
está castigando. ¡Nada de eso!, pues la enfermedad pertenece a nuestra
condición de creaturas limitadas. La enfermedad nunca es castigo; la ciencia médica
(también limitada) explicará las razones en algunos casos y trabajará para
sanarnos o aliviarnos
· Toda
situación humana es ocasión para encontrar al Señor Jesús, también la
enfermedad: el Señor Jesús siempre estuvo y está cerca de los enfermos, y tiene
experiencia -en carne propia- del
sufrimiento y el dolor (Pasión). Así, la enfermedad la vivimos con el Señor, en
sus manos y en manos de la ciencia médica (limitada)
· ¿Qué hacer
con la enfermedad y el dolor? Lo mismo que hace el Señor Jesús: ofrecerlo. Él
lo ofreció por todos, lo llenó de amor -no es un dolor vacío o inútil-, lo
llenó del Espíritu de Dios, lo santificó (lo hizo santo) haciéndolo una ocasión
de encuentro con el amor de Dios, ¡lo mismo podemos hacer nosotros!
· El Señor
Jesús nos dejó el Sacramento de la Unción de los Enfermos: a través del signo
del bálsamo del aceite nos comunica su Espíritu → nos perdona los pecados → nos
fortalece en una fe viva para hacer su voluntad → nos renueva para unirnos a Él
en su Pasión → nos fortalece en la esperanza de la vida eterna. Todo es para
vivir la enfermedad con Él y como un camino de sanación interior y en bien de
los demás (ofrecer).
Día 8: La esperanza cristiana y la vida en
plenitud (Jn 14, 1 - 11. 22 - 29)
· El Señor
Jesús es “Señor de vivos y muertos”. Hoy recordamos a nuestros seres queridos
difuntos. Unidos al Señor Jesús nos unimos a los que viven en Él en la gloria.
· La muerte
es algo complicado, nos llena de preguntas y de temores. Ante la muerte
pareciera que el camino de la vida choca con una muralla. ¡Qué triste es si
nuestra vida camina -simplemente- hacia una tumba que nos está esperando en el
cementerio
· El Señor
Jesús viene a disipar todo temor y toda angustia (“no se inquiete el corazón de
ustedes ni se acobarden”). Nosotros no seguimos a un muerto, por ilustre que
sea, sino al Crucificado que es el Resucitado, al vencedor del pecado y de la
muerte.
· A menudo
se dice “en la vida todo tiene remedio, menos la muerte”, ¡eso es mentira, no
es una expresión cristiana! → la fe en el Señor Jesús es el anuncio de que la
muerte ha sido vencida, no es algo que nos destruya o que nos separe de Dios.
Habría que decir “en la vida todo tiene remedio, también la muerte”. Por eso,
nuestra vida no camina hacia una tumba, sino que camina hacia Dios que no nos
creó para la muerte, sino para Él. La muerte no es una muralla con la cual se
estrella nuestra vida, sino que es la puerta de entrada al amor eterno en la
Casa del Padre.
· El
Evangelio que hoy hemos leído tiene 5 promesas del Señor Jesús:
-
“en la Casa de mi Padre hay muchas
habitaciones” → nos promete una “casa grande” donde el Padre quiere acoger a
todos sus hijos, hay espacio para todos, sin exclusiones
-
“Yo voy a prepararles un lugar” → es Él quien
nos regala el cielo, no hay que “ganarlo”, sino que Él lo ofrece gratuitamente
-
“Yo los llevaré conmigo” → estaremos siempre
con el Señor Jesús que no nos abandona nunca, menos aún en la muerte; el Señor
Jesús es nuestro cielo
-
“les doy mi paz” → frente a la muerte nos
invita a una esperanza serena y confiada en Él
-
“el Espíritu Santo los guiará” → no nos
abandona, nos da su Vida; hay que dejarse conducir por Él.
· ¿Cómo
vivir todo esto? → “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” → hacerse amigo de
Él (Palabra, oración, sacramentos) y dejarse conducir por Él.
Día 9: Alegría y gratitud por el don de la
fe (Lc 24, 13 - 35)
· En el
camino de la fe somos parte de una multitud que se reúne en torno al Señor
Jesús para seguirlo e ir aprendiendo a vivir como sus discípulos
· Ciertamente,
quisiéramos sentir con fuerza la presencia y cercanía del Señor Jesús, tal como
la hemos sentido en estos días de la Novena. Pero, sabemos que en medio de las
situaciones de la vida, a veces nuestra fe es débil o -incluso- puede que nos
alejemos del Señor Jesús, tal como les pasó a los discípulos de Emaús. El
Evangelio que hoy hemos leído viene a mostrarnos el camino para avanzar con una
fe viva que impregne todo, a lo largo de toda nuestra vida
· El
Evangelio nos muestra algunas verdades muy importantes en nuestra experiencia
de fe:
-
el Señor Jesús siempre camina a nuestro lado,
especialmente en las situaciones difíciles o de tristeza en nuestra vida;
aunque no nos demos cuenta de su presencia, Él camina junto a nosotros
-
igual que a los discípulos de Emaús, el Señor
espera que le contemos lo que nos pasa, lo que llevamos en el corazón, lo que
sucede en nuestra vida; Él escucha atentamente
-
cuando llega el momento, el Señor Jesús nos
dirige la palabra, nos habla a través de las Escrituras, de las personas o de
los acontecimientos
-
igual que a los discípulos de Emaús, nos
explica las Escrituras y nos muestra que el camino del Mesías sufriente es el
camino de la gloria: la vida del Señor no termina en su Pasión, sino que en su
triunfo como Resucitado. Nosotros veneramos su Pasión para aprender de Él y
tener fuerza para llevar nuestros dolores con fortaleza y esperanza
-
el Señor Jesús se manifiesta en el signo de
la “fracción del pan”, que renovamos cada vez que celebramos la Eucaristía:
allí se le reconoce y el corazón se llena de gozo
-
igual que a los discípulos de Emaús, nos
envía hacia la comunidad para compartir la alegría del encuentro con el Señor
Jesús y vivir nuestro compromiso con la comunidad.
· ¡Somos hombres y mujeres bienaventurados al
seguir al Señor Jesús con una fe viva!, ¡gracias, Señor Jesús!